La Policía investiga el fallecimiento de un pentapléjico que pidió ayuda para morir
(ABC, 6 de mayo de 2006).
El fantasma de Ramón Sampedro sobrevuela la muerte de Jorge León. Una de las cuatro mujeres que durante las 24 horas del día cuidaban a este pentapléjico vallisoletano de 53 años lo encontró el pasado jueves muerto en su silla y con el tubo de la respiración asistida desenganchado de su tráquea. Unas cartas escritas con ordenador y manuscritas en el exterior del sobre para identificar a sus destinatarios -entre ellos el juez de instrucción- fue lo único que encontró la Policía al registrar la vivienda donde este pentapléjico vivió la agonía que también se llevó a «Superman», Christopher Reeve. Un cúmulo de pistas falsas para encubrir a quien le haya ayudado a llevar a cabo su última voluntad conducen, por el momento, a un callejón sin salida las investigaciones policiales. La autopsia sólo confirma la ingesta de un fármaco para evitar más dolores al enfermo, poco más.
Pero no es extraño, porque este ATS «comprometido con la sociedad» llevaba un par de meses buscando por internet «un colaborador» que le ayudara a «morir dignamente» y hasta llegaba a escribir en su «blog» -un diario en la red que abrió en agosto de 2005 y que actualizaba periódicamente gracias a un adaptador labial que le permitía manejar el ordenador- que tenía «todo preparado para que quien me ayude quede incógnito».
La posibilidad de que se trate de un caso de eutanasia no es ni mucho menos lejana. «Hablemos de eutanasia» es el título de una carta enviada a distintos periódicos en la que Jorge León reivindica «el derecho a una muerte digna». Apenas unos días después de que Ramona Maneiro confesara haber ayudado a morir al tetrapléjico gallego Ramón Sampedro, el vallisoletano reclamaba la necesidad de abordar la legalización de la eutanasia «porque la vida y la muerte ya no pueden considerarse dos estados ajenos entre sí e incompatibles» y llama a «médicos y legisladores» a «aceptar que la capacidad de una voluntad libre, consciente y respetuosa socialmente de cada uno de nosotros a disponer sobre nuestra propia muerte ha de llegar a ser un derecho tan fundamental como el derecho a vivir nuestra propia vida».
Convencido de la causa, Lucas S. -como se hacía llamar Jorge León en internet- relataba en su diario su sufrimiento. «Quiero morir tranquilo y en casa; seguramente solo o en compañía de alguien especial», arrancaba en pleno agosto de 2005 hasta ser consciente en los textos del 21 de marzo de 2006 de su fase terminal: «A la tetraplejia irreversible se le ha añadido la cronicidad de las infecciones [...], lo que me provoca indeseables sufrimientos físicos y psíquicos». Tal estado de desesperación concluye con una llamada urgente: «Necesito la mano hábil que supla mi mano inútil, una mano que actúe según mi voluntad aún libre».
Separado y alejado de su familia
Atrás quedan seis años de lucha contra las secuelas de una caída en su propio bloque -se precipitó desde un segundo piso y el golpe le produjo un traumatismo medular a la altura de la segunda cervical- durante los que Jorge León se había casado y separado y, sobre todo, se había distanciado de su familia para evitar «ese círculo vicioso de sacrificar el cien por cien de la vida de alguien».
Sin embargo, su familia no le dejó solo. El presidente de la Asociación de Parapléjicos y Grandes Minusválidos en Castilla y León (Aspaym), Francisco Sardón, reconocía ayer su sorpresa ante la muerte de Jorge León. «Su hermano visitó hace poco una residencia especializada para discapacitados que vamos a abrir a finales de año con la intención de solicitar una plaza para él», recuerda todavía conmocionado. Francisco Sardón subraya que desde su asociación «no se valoran las decisiones morales de los demás», pero sí quiso matizar: «Nuestro espíritu es vivir dignamente más que morir dignamente». El responsable de Aspaym explicó que su misión es conseguir que «todas las personas vivan en las mejores circunstancias posibles».
Los vecinos de la céntrica calle General Almirante de Valladolid no podían ocultar su pena. «Jorge era un chaval encantador y muy activo», recuerda con aire resignado el portero de una finca anexa.
«Sin respirador me ahogaría lentamente en media hora»
«Lo que viví lo hice de forma tan intensa y tan física que siento que estar en estas condiciones es una reducción indigna», explicó el 21 de enero de 2005 el pentapléjico al Norte de Castilla, en una entrevista realizada en la «burbuja climática» en la que se convirtió la habitación de su casa -puertas cerradas y temperatura constante- a raíz de la fatal caída que en 2000 le postró en una silla de ruedas.
Terminaba así medio siglo de una vida dedicada en especial a viajar. Desde entonces, este pentapléjico que utilizaba el pseudónimo Lucas S. para escribir escribía en su «blog» (diario) de internet, recibía el aporte de oxígeno que le insuflaba la bomba de un respirador artificial, que tenía acoplado a su silla de ruedas y que el jueves dejó de funcionar.
«Soy un ejemplo de vida artificial. Sin respirador me ahogaría lentamente en media hora», lamentó. Al igual que sus pulmones estaban conectados a una máquina, su vida interior estaba «enchufada» a las posibilidades que le ofrecía la gran pantalla de su ordenador, manejada a través de un pequeño adaptador con sus labios, en la que escribió antes de morir sus pensamientos tanto en cartas como en su «blog».
Su visión de la vida la resumió con una cita del filósofo alemán Arthur Schopenhauer, que el día de la entrevista pidió que se transcribiera íntegra: «La razón está al servicio de la animalidad, de la voluntad de vivir, pero mediante la razón se llega al conocimiento del dolor y del camino para vencer el dolor, es decir, la negación de la voluntad de vivir».
Seis años de vida contemplativa, dedicada a mirar por la ventana la calle que nunca volvió a pisar desde el accidente, le sirvieron a Lucas S. para fundamentar, incluso por escrito a través de internet, su decisión de poner fin a su vida de forma voluntaria, aunque, según todos los indicios, con ayuda.
Eso sí, «sin implicar a muchas personas, porque al final sólo van a por una. Basta con que se comprometa una sola, pero con muchas pistas falsas», concluía el pentapléjico.