El debate sobre la eutanasia

(La Nación, 11 de enero de 2007)

Hace pocos días, el ministro de Salud, Ginés González García, planteó la necesidad de generar un amplio debate al proponer la creación de un código bioético que incluya la regulación de la eutanasia y la procreación asistida. Lo hizo en el Primer Seminario Nacional de Etica en Políticas Públicas, cuando sugirió que los esfuerzos para prolongar la vida de un enfermo no sólo pueden llegar a ser perjudiciales para éste, sino constituirse en un excelente negocio. Por otro lado, también se preocupó el titular de la cartera de Salud por la regulación ética de la procreación artificial.

Desde estas columnas nos hemos pronunciado muchas veces sobre el tema de la eutanasia, siempre en favor del derecho a la vida y su más celoso respeto, en casos tan sonados como el de Karen Quinlan, que alcanzó a vivir 10 años más después de que fue desconectada; el de Terri Schiavo, en los Estados Unidos; el de S. M. de C, así conocido para proteger su intimidad, en la provincia de Buenos Aires; el reciente caso Welby, en Italia, y, en estos días, el de Braian Andrade, el pequeño argentino de cinco años que permanece en estado vegetativo desde hace 20 meses, y a quien se le permitirá continuar conectado al respirador artificial que lo mantiene vivo, como es el firme deseo de sus padres.

Incluso, si se lo quiere ver en su aspecto más siniestro, podemos llegar a recordar el caso del "Dr. Muerte", todavía en prisión en los Estados Unidos por "ayudar" a morir a 130 personas.

También se ha afirmado aquí el profundo respeto por la naturaleza humana y por la existencia de la vida desde el momento mismo de la unión del espermatozoide con el óvulo, momento en que se configura el mapa genético y puede hablarse ya en nuestro derecho de persona humana y, como tal, digna de protección contra toda forma de manipulación. En su momento, también nos pronunciamos críticamente sobre la llamada "vida congelada".

La eutanasia sólo es legal en Bélgica, Holanda y Suiza, lo cual hace dudar, y mucho, sobre el privilegio o la ventaja de ser los próximos en contar con un régimen legal en tan delicada materia. Sobre todo cuando la técnica avanza a velocidades varias veces superiores a las leyes y torna obsoleto lo que parecía de avanzada. Los dos temas son sumamente delicados y, sin ánimo alguno de evitar el debate que propone el ministro ni minimizar ninguno de los dos, parece, sin embargo, cabe concluir que no se trata de hacer declaraciones altisonantes, sino más bien de dedicarles el silencioso trabajo de laboratorio y la discusión académica, recordando siempre que la realidad no pasa por sancionar una ley, porque es anterior, concomitante y posterior a ésta. El derecho natural, la moral y la ética profesional están por encima de la norma legal, en cuanto a la ética de los valores se refiere.

Por ello, sería conveniente que desde el Ministerio de Salud de la Nación y desde las carteras similares en el orden provincial, se baje la mirada a la realidad de nuestros hospitales y servicios de salud pública, que han conocido momentos mucho mejores que el presente, y que al mismo tiempo que se promueven debates sobre temas tan complejos como mediáticos, pero poco fecundos a la hora de brindar un mínimamente digno servicio de salud, se cumpla con los deseos de integración de nuestros ciudadanos a una vida más sana e igualitaria.

Los argentinos, siguiendo la exhortación de Ortega y Gasset, que nos convocaba "a las cosas", nos debemos por lo menos eso: salud y educación. Hemos avanzado en educación; deberíamos ahora comenzar a luchar por el hospital público, la higiene, la vacunación, la libreta de salud escolar, el cuidado de la dentición, la lactancia materna, la nutrición infantil y tantas cuestiones prioritarias, que en su momento fueron de excelencia, como la educación argentina, y que deberían encontrar al Estado en la primera trinchera, pudiendo mostrar al final de su gestión las salas de hospitales que se inauguraron, los servicios que se incorporaron y el mejoramiento de la salud de la población en general.

Por eso, conviene recordar aquí, también, los principios hipocráticos. Así lo hizo, días atrás, al recibir el Premio Hipócrates 2006, el doctor Florentino Sanguinetti, cuando dijo que están "vigentes hasta hoy, porque son eternos", y que han sido adoptados en todos los países: "La protección sin distinciones a todos los pacientes, el secreto, el rechazo a la eutanasia y al aborto, el fundamento de no dañar".