(Asociación Española de Bioética, Servicio Informativo Noviembre de 2007)
El filósofo y
experto en bioética neoyorquino Daniel Callahan ha visitado Barcelona, invitado
por la Fundación Víctor Grífols, para exponer su visión acerca de lo
que es justo en la distribución de recursos sanitarios limitados e insistir en
la necesidad de poner topes en ancianos. En el 2004 publicó un polémico libro
(Poner límites. Los fines de la Medicina en una sociedad que envejece. Ed.
Triacastela) en el que defendía la idea de que la edad del paciente sea uno de
los criterios que influyan en la distribución de recursos sanitarios limitados;
que ya fue apuntada antes por expertos como Alan Williams, pionero y promotor
de la Economía de la Salud.
Tras analizar todas
las críticas que recibió entonces en su país, Estados Unidos, ¿se lo ha pensado
mejor?
-Sí, de hecho he
redactado de nuevo aquel trabajo introduciendo el concepto de Duración de la
vida natural, con el que hago referencia a que cuando se llega a los 80 años de
edad ya se ha vivido todo lo que había que vivir; aunque hay gente a la que ese
término no le gusta porque la vida natural es variable (en función de la
esperanza de vida de cada población). Así que finalmente me he decantado por el
término de Vida plena, que en un contexto de escasez de recursos sanitarios
sugiere que a los 80 años se ha tenido la posibilidad de hacer todo lo que se
puede hacer en la vida, por lo que no parece injusto en este caso limitar el
uso de tecnología médica costosa.
¿Qué limites les
pondría a los mayores de 80 años?
-Limitaría los
tratamientos más caros, con condiciones muy estrictas para el uso de alta
tecnología. Por ejemplo, les aplicaría cirugía cardíaca sólo si hubiese
garantías de una supervivencia a largo plazo.
¿Lo que usted
defiende es coherente con la deontología médica?
-No es incompatible;
hay que tener en cuenta la edad de los enfermos porque no es lo mismo un niño
de nueve meses que un anciano de noventa años; aunque es cierto que hay mucha
gente que defiende que son lo mismo.
Cuando defiende esa
idea, ¿se basa en criterios economicistas o bioéticos?
-Estamos en un
contexto de recursos limitados que van a parar mayoritariamente a la atención
de pacientes ancianos cuando son los jóvenes los que pagan la asistencia, y eso
es una injusticia porque los recursos tendrían que estar repartidos entre
todos.
En la mayoría de
países desarrollados, como es el caso de Estados Unidos y España, los mayores
van en aumento. En mi país se da la paradoja que hoy cada cuatro jóvenes pagan
los cuidados de un solo anciano, y esa proporción en el 2027 será de tres por
uno. Se trata de una carga demasiado pesada para los jóvenes, e injusta.
También se ha
ocupado de las implicaciones de la globalización en la sanidad.
-En esa cuestión hay
tres aspectos que me preocupan especialmente: la amenaza de nuevas
enfermedades, la desigualdad de los países más pobres y la contratación de
médicos y enfermeras de países pobres por parte del mundo desarrollado para
cubrir sus déficits de profesionales.
¿Cuál es su modelo
sanitario ideal?
-No hay uno ideal
porque todos tienen problemas con los costes.
Los de España, Gran
Bretaña y Canadá me parecen los mejores entre los basados en impuestos; y de
esos tres, el español me parece que es el que funciona mejor.
¿Y el de su país?
-El de Estados
Unidos, en lo que tiene mejor nadie le supera, y en lo que tiene peor, nadie le
iguala. Lo mejor son las instalaciones y la formación médica y lo peor, que hay
mucha gente sin seguro que sólo tiene derecho a atención urgente.
Un filósofo
pendiente de la sanidad global
Daniel Callahan es
doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard y cofundador del Hastings Center
de Nueva York, un instituto dedicado a la investigación bioética del que fue
presidente entre 1969 y 1996. En los últimos años ha centrado su trabajo en la
política sanitaria, con especial hincapié en la teoría económica del libre
mercado, la igualdad y los costes sanitarios. Sus proyectos sobre Medicina y
mercados examinan el impacto de la globalización en la evolución sanitaria de diferentes
lugares del mundo.
Callahan ha visitado
Barcelona para inaugurar el ciclo de conferencias Josep Egozcue de la
Fundación Víctor
Grífols i Lucas con tres charlas con estos sugerentes títulos: El progreso de la Medicina: ¿qué buscar y qué limitar?, ¿Existe un
lugar para el mercado en una sanidad igualitaria? y Descenso de la natalidad y
envejecimiento de la población: ¿hay solución?.
Coincidiendo con su
visita, la Fundación Grífols ha entregado sus premios y becas anuales
para promover la investigación en bioética. El principal premiado este año es
Miguel Beriain, investigador de la
Cátedra Interuniversitaria de Derecho y Genoma Humano de la
Universidad
del País Vasco-EHU, por su trabajo La clonación, diez años después, en el que
resume la evolución que han experimentado estas técnicas desde el nacimiento de
la oveja Dolly hasta hoy.
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