Reproducimos un artículo publicado en Aceprensa el 29 de octubre de 2008. Aunque la noticia se refiere a una legislación sobre el aborto, el tema se está suscitando también con relación a la eutanasia.
El estado australiano de Victoria tiene una primicia mundial:
una ley, recién aprobada, que obliga a médicos y enfermeras a
participar en abortos, aun contra su conciencia. Los médicos objetores
tendrán que remitir a la mujer que quiera abortar a un colega que no
tenga reparo. En caso de "aborto de emergencia" -cosa que no se sabe
bien qué es-, tendrán que hacerlo ellos mismos, a despecho de su
oposición moral. Las enfermeras estarán en peor situación aún, pues no
podrán negarse a intervenir en un aborto si se lo ordena su superior. La
pena no se especifica, pero no hay duda de qué pasará. Los objetores no
irán a la cárcel, pero serán privados de la licencia para ejercer. Los
disidentes serán expulsados del sistema sanitario de Victoria como en
una versión laboral de la limpieza étnica.
Lo peor de esta ley
es que legaliza la eliminación de vidas humanas indefensas e inocentes.
Desde ahora, una mujer puede abortar a discreción dentro de las
primeras 24 semanas de embarazo, y más tarde si obtiene el refrendo de
dos médicos. En Victoria ya mueren unos 20.000 no nacidos al año por
causa de una laguna de la ley anterior.
Pero corromper la
profesión médica forzando a cooperar en ello es una clara violación del
derecho humano, universalmente reconocido, a la libertad de conciencia.
No hay otro lugar del mundo donde exista una ley tan draconiana. La
Comisión para las Reformas Legales de Victoria, en su dictamen
favorable al proyecto, no dedicó más que siete escuetos párrafos a la
objeción de conciencia. No señaló que casi todos los estados
norteamericanos reconocen a algunos profesionales de la salud el
derecho a rehusar intervenir en abortos, y aun a rehusar remitir a
otros colegas. En los estados sin reconocimiento explícito de este
derecho, los médicos están amparados por las leyes contra la
discriminación por motivo de religión.
Según la organización
canadiense Protection of Conscience, solo Eslovenia exige a los médicos
que remitan a la mujer a un colega dispuesto a practicar el aborto.
Pero incluso allí existe otra opción. El médico objetor puede advertir
al hospital de su postura, y entonces la obligación de remitir a otro
médico pasa al hospital.
Los parlamentarios de Victoria que se
pelearían por ser fotografiados firmando un manifiesto a favor de la
libertad de conciencia de budistas tibetanos la han aplastado en su
propio país. Hace solo dos años aprobaron una Carta de Derechos y
Responsabilidades Humanas que garantiza la libertad de pensamiento,
conciencia, religión, creencia y expresión sobre cualquier tema...
excepto, asombrosamente, el aborto.
Hasta la organización
Liberty Victoria se opone con vehemencia a que se dé libertad de
conciencia a los profesionales de la salud. Este autonombrado custodio
de los derechos civiles dijo a la Comisión sobre Reformas Legales que
"las objeciones morales o éticas subjetivas no merecen protección legal
explícita". Su lema es "El precio de la libertad es la eterna
vigilancia", pero sus perros guardianes se durmieron durante el debate
sobre el aborto.
Solo una cosa buena tiene esta vergonzosa ley: ha mostrado al mundo que la postura pro-choice
es una ideología rígida, profundamente antidemocrática y totalitaria.
Para los abortistas, el contenido de la elección es completamente
indiferente: la elección no necesita justificación moral ni médica. El
debate, el diálogo, la negociación, el compromiso no les importan. Y
como no están abiertos a la discusión racional, usan la fuerza política
bruta para salirse con la suya.
Michael Cook
|