¿En qué se distingue el Protocolo de Groningen de la eutanasia activa de recién nacidos?

(Provida Press nº 319, 4 de septiembre de 2009)

El Protocolo de Groningen, que defiende la posibilidad de aplicar la eutanasia a recién nacidos que padecen una grave enfermedad, fue propuesto en 2005 por Verhagen y Sauer (New England Journal of Medicine 352; 959-962, 2005). Desde entonces se ha abierto una amplia polémica sobre la eticidad de este documento, aunque probablemente no en las revistas de bioética, dada la importancia de lo que el Protocolo presupone para la vida de un importante número de recién nacidos.

Los defensores del Protocolo insisten que éste únicamente se aplica en niños con enfermedades terminales y que la calidad que esos niños puedan tener si sobreviven es un factor decisivo para eutasianarlos. Pero según refiere Jotkowitz y colegas, en un interesante artículo publicado sobre este tema (The American Journal of Bioethics 8; 23-26, 2008) en ninguna parte del Protocolo se hace referencia a que los niños deban ser terminales; por el contrario los promotores del protocolo toman especialmente en consideración la calidad de la futura vida de estos los pequeños. Según comenta Jotkowitz, el Programa Nazi de Eutanasia comenzó también con la premisa que existen algunas vidas que no merecen ser vividas. Por ello, en opinión del autor, el Protocolo de Groningen viola los códigos deontológicos tradicionales que rigen la conducta ética de los médicos con sus pacientes y los principios morales de la gran mayoría de las personas del mundo.